¿Cuál es mi estilo educativo?

Muchos/as padres/madres me preguntan qué estilo educativo tienen porque no saben identificarlo, o si lo que me cuentan que hacen ante determinadas situaciones me parece lo más correcto.
Lejos de toda clasificación, debemos fijarnos en algo que es más intuitivo. No hay secretos:  amor incondicional a nuestros/as hijos/as y que se sientan reconocidos/as, valorados/as.

A todos/as nos sonará la palabra apego, la hemos oído cientos de veces. No voy a extenderme explicando los estilos de apego que hay. Podéis hacer una búsqueda en google y os saldrá mucha información para poder indagar más. Del apego depende cómo nos vinculamos con las personas de una forma más íntima. Lo conocemos en la más tierna infancia con nuestras figuras referentes, las que ejercen una “función maternal” y nos influye en la forma de vincularnos en relaciones significativas futuras.
De lo que voy a hablaros es de cómo el apego sufre en las sociedades avanzadas. Somos padres/madres con jornadas laborales extensas y que muchas veces, muy a nuestro pesar, delegamos parte de la educación de nuestros/as hijos/as en las instituciones o en la comunidad. No hablo sólo de la escuela que ya es agente socializador y educador casi por excelencia, sino también de actividades extra-escolares, “escoletas de matí/vesprada”, la vecina que nos los recoge… Y si no, aún nos quedan los/as abuelos/as que casi hemos nombrado “padres/madres en funciones”.
Después de una interminable jornada para nosotros/as pero también para nuestros/as pequeños/as, llega el momento de llegar a casa y estamos derrotados. Es así, estos son los tiempos con los que lamentablemente contamos, son los tiempos que nos quedan para poder disfrutar de nuestros/as hijos/as. Tiempos en los que estamos cansados, con hambre, sin muchas ganas de hablar. Pero…¿Qué hacemos entonces? Esto no lo podemos cambiar. Nuestra contribución al sistema capitalista en que vivimos pasa por pagar el precio de sacrificar parte del bienestar de nuestros hijos/as.

Hay algo que sí que podemos hacer: estar conectados/as. Que haya una disponibilidad física no significa sólo estar presentes sino además estar accesibles, afectuosos, que este afecto se de con ganas y no forzado, escuchar a nuestros/as hijos/as. Que puedan sentir que lo que nos están contando es importante para nosotros/as.
Si los padres/madres están desbordados/as les va a quedar poca capacidad para regular a sus hijos/as si tienen rabietas o expresan su cansancio a través de pataletas. Vengo a decir, que el nivel de estrés de los padres/madres, influye directamente en el vínculo de apego.
Muchos/as de nosotros/as pertenecemos a generaciones en las que ya se nos ha educado de una forma más individualista y estamos acostumbrados/as a tener una amplia variedad de actividades sociales en las que participar. Es difícil poder influir sobre los horarios que nos marcan nuestros trabajos pero sí podemos influir sobre casi todos los demás.
Priorizar a nuestros/as hijos/as ante cualquier otra cuestión que se pueda presentar, es un protector de niños/as irascibles y enfurecidos. El resultado de un buen acompañamiento es la construcción de un mundo mejor, de una sociedad más saludable. Esto es lo que nos estamos jugando.

Alguien puede pensar que hablo desde una mirada con posición de privilegio. Soy consciente de lo difícil que puede ser para una persona recién emigrada, con una situación administrativa complicada, el tener que conciliar un extenso y precario trabajo sumergido con las necesidades que reclama su familia. Ahí la tarea es doblemente complicada, por eso es importante que veamos con qué red de apoyo cuenta la persona, de qué recursos comunitarios podemos sacar provecho, de qué tiempo dispondría el padre/madre y cómo poder organizarlo para sacar el mayor beneficio en favor de sus hijos/as o, en su ausencia, quién podría ejercer esa función nutricia además de él/ella. De cómo se organiza la familia depende en gran medida el buen comportamiento de nuestros hijos/as.
Los niños y adolescentes van conformando su personalidad acompañados/as por sus padres, madres, personas adultas de referencia. Estas relaciones significativas son las que influyen directamente sobre su desarrollo psicológico y emocional. Los padres/madres son el modelo, la guía de actuación de sus hijos. A través de la imitación estos niños/as adquieren los valores, creencias y principios que los van a acompañar a lo largo de toda su vida.